BITACORA

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Tuesday, December 28, 2010

Un pueblo callado, jamás será escuchado

Por Rafael Prieto Zartha

Ni perdón, ni olvido debe haber para aquellos que traicionaron o se opusieron a la legalización de los estudiantes indocumentados y mucho menos para los que sabotearon la posibilidad de una reforma migratoria integral en 2010 y tuvieron en sus manos la realización de un cambio positivo para el país.

Trás ese periodo maravilloso e increíble de la primavera de 2006, en la que la naturaleza florecía y los cantos multitudinarios de la gente clamaban con ilusión “si se puede”, el artista colombiano radicado en Charlotte, Edwin Gil, pintó un óleo lejano de su estilo característico sobre el tema.

En la obra, dominada fundamentalmente por el celeste y el blanco, se destacan las figuras de dos mujeres jóvenes, la perspectiva general nos regala una hilera de gente luciendo camisetas blancas y en el fondo aparece una bandera de Estados Unidos con sus barras y sus estrellas.

Edwin donó el cuadro a Mi Gente, el periódico de Charlotte que dirigí en esa época y del cual me he vuelto a encargar recientemente.

La pintura contiene un lema que debe convertirse en el punto de reflexión para que la población inmigrante y sus aliados actúen de ahora en adelante: “el pueblo callado, jamás será escuchado”.

De 2010 nos queda el sabor amargo del fracaso en alcanzar la aprobación del Dream Act que habría beneficiado potencialmente a alrededor de dos millones de jóvenes quienes eventualmente hubieran podido legalizar su estatus migratorio.

De este año ingrato, que muere, también queda en la memoria el 21 de marzo, cuando más de 200 mil personas se congregaron en la zona de monumentos de Washington DC para recordar la promesa que el presidente Barack Obama le hizo a la comunidad hispana, siendo candidato en 2008, de lograr una reforma migratoria integral en su primer año de gobierno.

Impresionante ver como las familias capitalinas, de tez blanca y ojos azules, le brindaban aplausos y agua a los peregrinos ataviados de blanco que caminaban de regreso al estadio Robert F. Kennedy, para tomar los autobuses y retornar a sus hogares.

Yo hice el recorrido en compañía de la productora de televisión María Ceballos, una profesional puertorriqueña que había viajado desde Atlanta, quien ese día emocionada expresaba optimismo de que el tema de la reforma migratoria fuera retomado en el Capitolio.

Infortunadamente, pese a los esfuerzos de los sectores pro inmigrantes, pudo más la cobardía de los legisladores y la reforma ni siquiera se trató.

Ahora que todo se perdió, no queda otra opción que insistirle al ejecutivo que frene las deportaciones y seguir los pasos de los soñadores que realizaron huelgas de hambre, plantones, protestas y caminatas kilométricas por su causa.

Esos muchachos emplearon las nuevas tecnologías, las redes sociales, Facebook, Twitter, Skype, el BlackBerry y otro tipo de teléfonos celulares en pos de su objetivo.

No se quedaron callados, chatearon, textearon y han prometido no permanecer en silencio. Han indicado que su lucha continúa.

Ojalá de la misma forma, en 2011, siembren la semilla del necesario movimiento de derechos civiles de los inmigrantes, que conduzca a generar conciencia nacional en pro de dar estatus migratorio a los más indefensos.

También les queda como tarea organizar a los votantes hispanos para las elecciones por venir, para que el voto latino tenga peso ante demócratas y republicanos, y se pase la cuenta en las urnas a los políticos traidores y a los intolerantes.

Se tiene que hablar fuerte para que el presidente saque del sombrero de cubilete, como los magos, una fórmula que le permita cumplir el compromiso que hizo y que ya falló en consumar en los dos primeros años de su mandato.

Tuesday, December 21, 2010

Recuperar los años perdidos

Por Rafael Prieto Zartha

Durante más de una década, el senador por Illinois, Richard Durbin, ha batallado con denuedo para lograr la legalización de los estudiantes indocumentados sin que sus colegas del Capitolio le hayan cumplido el anhelo de darle estatus migratorio a los jóvenes soñadores.
Este pasado sábado 18 de diciembre, otra vez las ilusiones de más de dos millones de muchachos y muchachas fueron despedazadas en el Senado en Washington al no lograrse los 60 votos para que el Dream Act pudiera seguir el camino de convertirse en ley.
La votación de 41 en contra y 55 a favor develó nuevamente el poco peso que tiene la comunidad hispana en el ámbito nacional para influir en las decisiones que toman los políticos en la capital del país.
Pese al crecimiento de ciudadanos latinos con capacidad de votar en todos los puntos de la geografía estadounidense, es claro que no nos tienen ni miedo, ni respeto.
La transmisión por televisión de la votación estuvo acompañada por un ambiente de suspenso con final fatal.
De la sesión quedó para la historia elogiar el coraje de los tres republicanos, que cruzaron la línea partidista y votaron a favor de continuar la moción de procedimiento.
Para condenar estuvo la actitud de los cinco demócratas que sufragaron en contra. Si simplemente hubieran dado el sí, el Dream Act habría sido una realidad, el presidente Barack Obama habría cumplido una porción de su promesa, y no hubiera quedado la impresión de que es un mandatario débil que no logra alinear a sus copartidarios a la agenda que se trazó como candidato.
El voto negativo que me causó más escozor fue de la senadora demócrata por Carolina del Norte, Kay Hagan, porque sufragué por ella en noviembre de 2008 y ayudé a su elección.
Para repudiar también estuvo la flaqueza de los cuatro senadores que no votaron y contribuyeron al hundimiento del proyecto.
En el momento en que se veía por televisión el anuncio desde Washington del rechazo al Dream Act, en Charlotte, la ciudad donde vivo, se desgajó una lluvia de gruesos copos de nieve y mi colega Patricia Ortiz, del periódico Mi Gente, escribió inmediatamente en Facebook : “el cielo está llorando”.
Las lágrimas también salían de los ojos de las estudiantes que esperaron la votación en Phoenix y Los Angeles y cuyos rostros de desencanto transmitió la cadena Telemundo.
El periodista Carlos Botifoll entrevistó a algunas de las jóvenes, que con las caras desencajadas, respondieron con firmeza que la lucha por lograr sus sueños continuará.
L a ilusión para ellas había sido inmensa pocos días atrás cuando la Cámara de Representantes aprobó la medida en instancia preliminar el pasado 8 de diciembre con 216 votos a favor y 198 en contra.
Pero ahora, con la horrenda realidad enrostrada, lo único que queda para esas chicas y esos muchachos que lograron la realización de millares de llamadas al Senado es organizar el movimiento de derechos civiles de los hispanos, mediante la red que ya han tejido de activistas a lo largo y ancho del país.
Ese movimiento tiene que marcarse el difícil objetivo de parar las deportaciones y eventualmente alcanzar una reforma migratoria integral, que no solo resuelva el problema de los jóvenes, sino la ilegalidad de sus padres, de los profesionales, de los empresarios, de los obreros y de los campesinos, que carecen de un estatus migratorio.
En estos tiempos revueltos hay que recuperar los años perdidos, repudiar y castigar democráticamente a los legisladores traidores e intolerantes y premiar quienes fueron solidarios.

Thursday, December 9, 2010

La invasión

Por Rafael Prieto Zartha

Los antiinmigrantes frecuentemente acuden a un patriotismo espurio para justificar su posición recalcitrante de repudio contra los indocumentados que se han afincado en el país.
Una referencia común es la sección cuarta del artículo cuarto de la Constitución: “Los Estados Unidos deben garantizar a cada estado de la unión una forma republicana de gobierno y proteger a cada uno de cualquier invasión”.
Esta visión fue esgrimida en 1994 por el ex gobernador de California, Pete Wilson, para sustentar sus reclamos contra el gobierno federal y promover la Proposición 187, que planteaba negarle a los inmigrantes indocumentados servicios sociales, servicios médicos y educación pública.
El cuento de la “invasión” aparece repetido en el variopinto abanico de portales de internet. Desde los más moderados hasta los más extremistas machacan la palabra invasión.
La abrumadora mayoría ignora cómo se dio el incremento de la población indocumentada después de que la ley de amnistía de 1986 legalizó a tres millones de inmigrantes clandestinos.
Paradójicamente, una de las narraciones más claras la hizo precisamente Mark Krikorian, director ejecutivo del restriccionista Centro de Estudios de Inmigración (CIS), productor por antonomasia de los reportes más implacables contra la inmigración “ilegal”.
El 15 de junio de 2000, durante una presentación ante el Subcomité de Inmigración y Quejas de la Cámara de Representantes, Krikorian contó:
“Cuando el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) llevó a cabo redadas durante la cosecha de cebolla Vidalia en 1998, el modesto numero de ilegales que logró detener fue eclipsado por los miles de ilegales que huyeron de los campos para evitar ser arrestados. En cuestión de horas, los empleadores y los políticos locales expresaron su disgusto, y para el fin de semana los dos senadores de Georgia y tres representantes (a la Cámara) enviaron una carta al fiscal general y a los secretarios de Trabajo y Agricultura criticando ferozmente la acción del INS por su ‘falta de consideración con los rancheros’”.
Durante esa primavera en Georgia, el director de distrito local de Inmigración suspendió totalmente las redadas, a petición de los cultivadores de cebolla, hasta que la cosecha fue recogida completamente.
Esa anécdota refleja la verdadera historia de la “invasión”, que se realizó con la connivencia de empleadores, políticos y autoridades gubernamentales, que favorecieron intereses económicos antes que respetar la ley.
Los 11 millones de indocumentados no aparecieron por arte de magia en Estados Unidos, ni la responsabilidad de su tan denunciada ilegalidad es enteramente suya.
No obstante, sería negligente desconocer que entre los millones de trabajadores inmigrantes honestos que se han radicado en Estados Unidos, no se han colado miles de manzanas podridas.
Al país han llegado bandidos con prontuarios registrados en las fichas penales de sus países, así como gente que aparece en la red virtual con nombres y apellidos completos por haber cometido fechorías.
Durante mis días de trabajo de reportero entrevisté a un centroamericano recién llegado que me contó que algunos criminales que él conoció se vinieron para Estados Unidos después de cometer delitos graves, para escabullirse de la justicia.
Un ex suegro mío, de origen sudamericano, que trabajó en el sistema penal de su país, llegó un día pálido a la casa, porque se topó en un restaurante de Nueva Jersey con varios de los reos más peligrosos que había visto en la cárcel.
Pero a Estados Unidos no solo han arribado los delincuentes comunes, también han aparecido los malandrines de cuello blanco: los políticos corruptos, los banqueros inescrupulosos y los militares abusadores.
Independientemente de la existencia de ese grupúsculo odioso, la campaña montada por los antiinmigrantes con el argumento de la “invasión” ha sido injusta y sus generalizaciones sobre los indocumentados inicua.
Infortunadamente, tal parece que para los inmigrantes honrados que ya desgastaron sus órganos vitales trabajando en este país, no habrá una segunda oportunidad en esta tierra.

Wednesday, December 1, 2010

La predicción de Jorge Ramos

Por Rafael Prieto Zartha

Durante la semana de Acción de Gracias me fui para ese cosmos único de la comunidad hispana de Estados Unidos que es Miami, una ciudad donde tuve la ventura de vivir y disfrutar cada instante durante siete años.

Llegando allí me estrellé nuevamente con ese mar azul precioso e interminable que exorciza los agravios y las intimidaciones irresponsables de quienes no comparten los conceptos que uno expresa públicamente, aún teniendo uno las evidencias por delante.

La ciudad con su calidez lanza señales mágicas de optimismo a través de las palmeras, las lagartijas, las casas pintadas de tonos de color pastel, los tejados de barro y las ocasionales glorietas y aceras adoquinadas.

Miami también invita inevitablemente a refugiarse en lo más cercano a los propios orígenes, a una epidermis tersa y compatriota que cante las baladas románticas que transmiten sin descanso las emisoras en el imperio del sol.

Además, está el murmullo abrumador de los acentos de cubanos, colombianos, venezolanos, argentinos, peruanos y nicaragüenses que hablan fuerte, sin complejos.

Antes del “día del pavo” los latinos atiborraron los supermercados y el viernes negro repitieron la acción en lugares como el Best Buy de El Doral, como si este país, jamás hubiera vivido una crisis económica recientemente. Todos jugaban con los “gadgets” ofertados, como niños con chupeta nueva.

Nadie pensaba esos días en recesión de dinero en la tierra del recién electo senador republicano Marco Rubio. Ante tal incongruencia me fui a encontrar con Jorge Ramos, el conductor del Noticiero Univision, para aterrizar y volver a la cruda realidad.

Creo vamos a estar viviendo una de las peores épocas para los inmigrantes en la historia moderna de este país, porque no va a haber reforma migratoria, va a seguir aumentando el número de indocumentados, va a haber cada vez más leyes antiinmigrantes, van a seguir culpando a los indocumentados de crímenes y de la crisis económica. Y lo que vamos a vivir va a ser una verdadera pesadilla para los indocumentados”, me dijo Ramos, aseverando que los dos años próximos van a ser terribles.

El periodista tiene razón, mi conclusión es que hemos quedado bajo el imperio de los más intolerantes, de los hombres de cromañón, de los trogloditas, que ganaron la partida y no basta llorar. Los amotinados del té, los antiinmigrantes no pueden tener la razón, ni imponerla.

La cuestión migratoria se ha convertido en la nueva lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Este país se fundó bajo el principio de que todos somos iguales y actualmente en Estados Unidos no todos somos iguales. Hay 11 millones de personas que son tratadas como inferiores, que son discriminadas, que son perseguidas. Eso hay que denunciarlo día a día. Y pelearlo día a día”, agregó Ramos.

Se viene una pesadilla, pero también el desafío de confrontar las injusticias y los amagos de constreñir los derechos con restricciones inaceptables. Se tiene que responder con las armas de los hombres libres que desarrollan acciones pacíficas. Con las actitudes de Gandhi, de Martin Luther King y Cesar Chávez.

A los inmigrantes están a punto de despojarlos de todo. Lo único que no pueden perder ellos, ni los que los apoyamos, es la dignidad. No debemos permitirlo.