BITACORA

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Tuesday, September 27, 2011

Algo huele mal en el estado de Tenesí

Por Rafael Prieto Zartha

Gracias a como las autoridades locales aplican las leyes de inmigración, el 5 de julio de 2008, la indocumentada mexicana Juana Villegas pasó por la humillante experiencia de dar a luz a su hijo Gael, esposada a una cama en un hospital de Nashville en Tenesí.

Villegas había sido detenida por una infracción de tráfico, en el suburbio de Berry Hill y fue procesada por la Oficina del Sheriff del condado de Davidson, mediante el programa de deportaciones 287g.

Dos años después, las autoridades se enfrentan al rasero de la justicia, tras el veredicto de un juez federal que determinó que los alguaciles violaron los derechos civiles de la madre y un jurado le otorgó 200 mil dólares de compensación por daños y perjuicios.

Sin embargo, el sheriff del Condado de Davidson, Daren Hall, ha decidido apelar los fallos de las cortes federales e insiste que sus agentes hicieron lo correcto con Villegas.

“Francamente, yo no creo que ella fue tratada inapropiadamente o inconstitucionalmente”, ha dicho Hall, sobre la crueldad.

No me imagino la ira que habría tenido el aguacil si la mujer a la que hubiesen encadenado de las extremidades superiores e inferiores, durante los dolores del parto, se hubiera tratado de su propia madre.

Pero, así son de “sensatos” algunos funcionarios locales a los que el gobierno federal les está permitiendo que actúen como oficiales de inmigración.

No solo la cordura le falla en Tenesí al alguacil, Hall, sino el mal también aqueja a los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), que están procediendo como vaqueros desbocados del viejo oeste en ese estado.

El lunes 12 de septiembre la organización Latinos Unidos de Shelbyville, de una localidad al sur de Nashville, llevó a cabo una audiencia pública sobre perfil racial con la presencia de funcionarios del Departamento de Justicia (DOJ) y del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

Durante la vista se presentó el estudio “La Constitución Olvidada”, preparado por la Coalición de Derechos de los Inmigrantes y Refugiados de Tenesí (TIRRC), que documentó el tratamiento especial que reciben los inmigrantes hispanos del Condado de Bedford, para acelerar la deportación de los que son indocumentados.

El informe constata que casi 40% de los detenidos por licencias de conducir en Shelbyville fueron hispanos, pese a que los latinos constituyen 20% de los habitantes de esa localidad. Además, señala que 4 policías realizaron el 62% de los arrestos de hispanos por infracciones de tráfico.

Cinco días después de la audiencia, el sábado 17, agentes armados de ICE recorrieron las áreas comerciales y los vecindarios latinos de Shelbyville, atemorizando a la población y llevando a efecto cuatro capturas de indocumentados.

Yo pasé el fin de semana previo a la audiencia de Shelbyville en Nashville y recorrí los barrios hispanos de esa metrópoli y de sus localidades aledañas.

Fui objeto de la generosa hospitalidad de los hispanos de esa ciudad, en la que vibra la música y es común ver a los transeúntes guitarra en mano, en busca de la gloria.

El viernes y sábado, la calle Broadway fue un hervidero de agitación, donde un Elvis de carne y hueso pidió que le pagáramos por tomarle la foto y cerca de allí una reencarnación de Michael Jackson danzó deslizando los pies como si caminara en la superficie lunar.

En esa zona, aliñada con el ritmo cadencioso y romántico de la música country, estuvimos en un restaurante en el que los meseros hacen bromas a los comensales.

A nuestro acompañante, de evidentes rasgos latinos, le escribieron en un sombrero de papel la leyenda insultante: “si lo encuentran, devuélvanlo a la frontera”

Antes de dejar Tenesí, de regreso a Carolina del Norte, tuve que hacer una “parada técnica” en la localidad de Monterey, que se promueve como el lugar “donde las cumbres de las montañas besan el cielo”.

Al salir del mingitorio, adherida a la ventana del expendio de hamburguesas, vi una calcomanía que decía: “Este empleador participa en (el programa de) E-Verify”.

Tuesday, September 20, 2011

Mi estatus de hispano de Estados Unidos

Por Rafael Prieto Zartha

Hace muchos años, estando en la terraza de un edificio de Quito, observando las nieves perpetuas de las siete montañas donde reposa el agua congelada, la chica con quien yo salía me preguntó porque yo contestaba que era “de origen colombiano” cuando me preguntaban por mi procedencia

Ella, ecuatoriana y patriota hasta los tuétanos, me recriminó diciéndome que lo lógico era que respondiera simplemente con un gentilicio claro: el de colombiano.

Le tuve que explicar que esa nacionalidad jamás la perdería, que estaba inscrita en mi sangre y mi corazón, que algunos de mis antepasados habían llegado a la Nueva Granada prácticamente con la conquista, que los otros habían sido nativos y que mi primer apellido es sin mayúscula: prieto, sinónimo de negro.

Acerca del ¿por qué? del uso de las palabras “de origen”, mi argumento fue sencillo, le recordé que para ese tiempo había vivido en Estados Unidos 13 años y que eso hacía que me sintiera más preocupado por las cosas que ocurrían en el país que habitaba, que las de mi Patria de nacimiento.

Ahí ardió Troya. Me calificó de traidor a América Latina, de cipayo de los norteamericanos y de ser un individuo sin identidad nacional.

Lo que le dije después le causó más molestia, le expresé que yo terminaría siendo: Un hispano de Estados Unidos.

Esa misma descripción, de quien soy, la ratifiqué públicamente durante un evento, que organizó la promotora cultural, mexicana, Lucila Ruvalcaba, en el viejo Museo Mint de Charlotte, Carolina del Norte, la ciudad donde radico.

Y es que llevo 32 años viviendo en Estados Unidos y decidí hacerme ciudadano estadounidense.

Adoró a este país. Detesto que hablen mal -por prejuicios preconcebidos- de esta nación y siempre expreso que las puertas son anchas para los que no les guste y se quieran ir y angostas para quienes desean entrar.

Celebro que en el preámbulo de la Declaración de Independencia se hable de la búsqueda de la felicidad, que una de las enmiendas a la Constitución garantice la libertad de expresión y que en el poema inscrito en las base de la Estatua de la Libertad, se reconozca que este es un país de inmigrantes.

Aquí encontré el norte de una causa justa, que es la defensa de los indocumentados, de bien, que viven inermes en la sombras de Estados Unidos, por lo cual recibo cibernéticamente latigazos constantemente.

Mi amiga María Peña, de la agencia EFE, me defendió hace unos días respondiendo a los ataques que me hacen: “Los inmigrantes que queremos a nuestro país adoptivo, criticamos y denunciamos injusticias o deficiencias precisamente porque, desde nuestras profesiones queremos construir un mejor país y ¿por qué no? un mejor mundo”.

He vivido en Los Ángeles, Nueva York, Miami, Washington y Charlotte, donde entendí el carácter de las comunidades mayoritarias, de los mexicanos, puertorriqueños y cubanos. Y no ha habido nacionalidad hispana con la que yo no haya tenido el privilegio de trabajar o tratar durante estas tres décadas de vivir en esta tierra de libertad.

Es más, a las hispanas que cometieron el desatino de quererme o soportarme les agradezco sus besos.

Hoy comparto la alegría de celebrar el Mes de la Herencia Hispana con mis 50 millones de compatriotas hispanos de Estados Unidos.

Deseo que tratemos de desarmar espíritus, de ser más tolerantes los unos con los otros, de repudiar a los latinos que sean rufianes, y que nuestros números de población no sean solo eso, sino poder político, poder económico, educación y responsabilidad cívica y social.

Thursday, September 15, 2011

Indocumentados y sin miedo

Por Rafael Prieto Zartha

El martes 6 de septiembre hubo más que una tormenta veraniega en Charlotte, Carolina del Norte, donde en la mañana se lanzó con cánticos y fanfarrias el conteo regresivo de la realización de la Convención Nacional Demócrata de 2012, en la que se prevé la postulación oficial del actual presidente Barack Obama para su reelección.

Poco después del medio día cayó un feroz aguacero, que eclipsó temporalmente el cielo charlotense, pero después se apareció un sol de esplendor.

Apenas acababa de difuminarse el vapor del asfalto de la calles, cuando un grupo de 200 muchachos, que se hallaba concentrado en una de las plazoletas del Colegio Comunitario Central Piedmont (CPCC), salió del plantel universitario saltando y gritando sonoros y firmes estribillos: ¡“Indocumentados y sin miedo”!, ¡“Educación, no deportación”!

En las camisetas variopintas de los manifestantes se leían las frases: “No permaneceremos en las sombras” y “Ya viene el sueño”.

Algunos portaron carteles con las leyendas: “Paren las redadas y las deportaciones”, “Acabemos con el temor”, “Los derechos de los inmigrantes son derechos humanos”, “Libertad para todos”, “No más mentiras, no más miedo”.

Caminaron un par de cuadras largas frente a los nuevos edificios de ladrillos rojos del CPCC, para posteriormente realizar una acción inédita en Charlotte: un plantón en plena vía pública, obstruyendo el tráfico de vehículos en una de las intersecciones más transitadas de la ciudad.

Siete jóvenes, de ambos sexos, colocaron mantas en el piso, se sentaron en la calle y no pararon de gritar consignas, mientras los conductores de los vehículos inmóviles hacían sonar las bocinas de sus carros.

El calor abrasador del Sur aumentaba la tensión que se respiraba en el ambiente.

La adrenalina se puso a mil con la llegada de radiopatrullas de la policía local, que repicaron sus sirenas e iluminaron intermitentemente el lugar con las luces azules y rojas de sus faros de alerta.

En seguida vino el momento del arresto.

Uno a uno, los autoproclamados “soñadores”, que abogan por la legalización de los estudiantes indocumentados a través del fallido proyecto del Dream Act, fueron esposados con bandas de plástico.

De las gargantas de los acompañantes de los jóvenes comenzaron a salir las letras de las canciones “No nos moverán” y “Yo quiero mi libertad ahora”, en una remembranza apabullante de la era de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en la década de los sesentas.

Minutos antes de ser detenida, Viridiana Martínez, una bella chica, cofundadora de la organización NC Dream Team, nos dijo a los periodistas, que la acción no era una coincidencia y que correspondía al lanzamiento de la convención demócrata, porque ese partido había creado “falsas esperanzas” a los inmigrantes.

Con lágrimas recorriendo sus mejillas criticó la política migratoria de la gobernadora norcarolina, Beverly Perdue, y aseveró que la senadora Kay Hagan “mató” los sueños de los estudiantes cuando votó contra el Dream Act, el año pasado.

El 6 hubo 15 arrestos, y luego se supo que 10 correspondieron a jóvenes indocumentados, que lo arriesgaron todo por su causa.

Se podrá cuestionar la acción de desobediencia civil de los Diez de Charlotte, pero nadie podrá negar que los mismos conceptos fueron empleados por Mahatma Ghandi, Martin Luther King y Susan B. Anthony en la búsqueda de sus objetivos.

Vergonzosa la cobardía de quienes comen gracias al sudor de los indocumentados y critican a los valientes muchachos, que se han plantado contra los programas de deportaciones Comunidades Seguras y 287g.

Esos jóvenes son unos héroes, no unos delincuentes comunes. No son asesinos, ni violadores, ni ladrones, ni tratantes de blancas. Ellos solo persiguen un sueño para sí mismos y para su comunidad inerme.

Monday, September 5, 2011

Una asignatura pendiente

Por Rafael Prieto Zartha

La evidencia de que hay agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) que tienen su propia agenda y una opinión muy particular sobre lo que les ordena el presidente Barack Obama, la presentó la corresponsal de Telemundo en Washington, Lori Montenegro.
Montenegro mostró el testimonio de Kelvin y Claudia Ortega, quienes afirmaron que un agente de Inmigración les dijo que la orden administrativa del mandatario sobre deportaciones se trataba de “pura política”, que no iba a pasar nada y las expulsiones del país continuarían como siempre.
La pareja aseveró que el funcionario fue más allá y les espetó que el anuncio de la disposición ejecutiva del presidente se debe a que quiere ganarse el voto hispano dado que “las elecciones se acercan”.
La periodista consultó con un alto portavoz del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que calificó las supuestas palabras del agente de Inmigración, como algo “inaceptable” y “falso”.
Previamente al encuentro con el oficial migratorio, una virtual deportación de Kelvin Ortega fue frenada cuando agentes de ICE lo bajaron del avión que estaba a punto de repatriarlo a El Salvador.
Por su parte, Cristina Londoño, corresponsal de Telemundo en el Norte de California, reveló el caso de los peruanos Rengifo, padre e hijo, de la ciudad de Concord, a quienes también les fue suspendida una inminente orden de deportación.
No obstante, Arturo Rengifo Jr. le contó a Londoño, lo que un agente de Inmigración le dijo respecto a la nueva política migratoria de Obama: “todavía estamos deportando”, no hay nada nuevo.
Sin embargo, en los dos casos se devela “de facto” que sí existe algo de atención dentro de la agencia federal para las nuevas directrices de la Casa Blanca.
En relación con Carolina del Norte, está el caso de Isidro García, un salvadoreño, que vivía en Charlotte, al que un agente de ICE también sacó del avión antes de que encendiera los motores para trasladarlo desde el aeropuerto georgiano de Atlanta a San Salvador.
Estas acciones enseñan otra cara del gobierno de Obama, muy distinta a la que tenía cuando la directora de asuntos intergubernamentales de la Casa Blanca, Cecilia Muñoz, defendió tajantemente el atroz programa de deportaciones Comunidades Seguras.
En un magro blog en el portal de internet de la presidencia, Muñoz, expaladina de los inmigrantes, afirmó que el programa era “un instrumento poderoso para mantener los recursos del gobierno en materia migratoria donde corresponden”.
Como algunos, Danielle Pascal, quien escribía la columna “Lo Cotidiano” en el semanario charlotense Mi Gente, y favoreció con tenacidad la elección Obama, continúa creyendo en las buenas intenciones del presidente.
Recientemente me dijo que el mandatario ha estado “atado de manos”, refiriéndose al fracaso de su promesa de alcanzar una reforma migratoria integral que legalice a los indocumentados y alivie tanto dolor en los hogares de los inmigrantes, con la expulsión de un millón de sus congéneres.
Yo disiento de Danielle, aunque concordamos en algo irrebatible: que el presidente tiene una asignatura pendiente y nosotros también.