Indocumentados y sin miedo
Por Rafael Prieto Zartha
El martes 6 de septiembre hubo más que una tormenta veraniega en Charlotte, Carolina del Norte, donde en la mañana se lanzó con cánticos y fanfarrias el conteo regresivo de la realización de la Convención Nacional Demócrata de 2012, en la que se prevé la postulación oficial del actual presidente Barack Obama para su reelección.
Poco después del medio día cayó un feroz aguacero, que eclipsó temporalmente el cielo charlotense, pero después se apareció un sol de esplendor.
Apenas acababa de difuminarse el vapor del asfalto de la calles, cuando un grupo de 200 muchachos, que se hallaba concentrado en una de las plazoletas del Colegio Comunitario Central Piedmont (CPCC), salió del plantel universitario saltando y gritando sonoros y firmes estribillos: ¡“Indocumentados y sin miedo”!, ¡“Educación, no deportación”!
En las camisetas variopintas de los manifestantes se leían las frases: “No permaneceremos en las sombras” y “Ya viene el sueño”.
Algunos portaron carteles con las leyendas: “Paren las redadas y las deportaciones”, “Acabemos con el temor”, “Los derechos de los inmigrantes son derechos humanos”, “Libertad para todos”, “No más mentiras, no más miedo”.
Caminaron un par de cuadras largas frente a los nuevos edificios de ladrillos rojos del CPCC, para posteriormente realizar una acción inédita en Charlotte: un plantón en plena vía pública, obstruyendo el tráfico de vehículos en una de las intersecciones más transitadas de la ciudad.
Siete jóvenes, de ambos sexos, colocaron mantas en el piso, se sentaron en la calle y no pararon de gritar consignas, mientras los conductores de los vehículos inmóviles hacían sonar las bocinas de sus carros.
El calor abrasador del Sur aumentaba la tensión que se respiraba en el ambiente.
La adrenalina se puso a mil con la llegada de radiopatrullas de la policía local, que repicaron sus sirenas e iluminaron intermitentemente el lugar con las luces azules y rojas de sus faros de alerta.
En seguida vino el momento del arresto.
Uno a uno, los autoproclamados “soñadores”, que abogan por la legalización de los estudiantes indocumentados a través del fallido proyecto del Dream Act, fueron esposados con bandas de plástico.
De las gargantas de los acompañantes de los jóvenes comenzaron a salir las letras de las canciones “No nos moverán” y “Yo quiero mi libertad ahora”, en una remembranza apabullante de la era de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en la década de los sesentas.
Minutos antes de ser detenida, Viridiana Martínez, una bella chica, cofundadora de la organización NC Dream Team, nos dijo a los periodistas, que la acción no era una coincidencia y que correspondía al lanzamiento de la convención demócrata, porque ese partido había creado “falsas esperanzas” a los inmigrantes.
Con lágrimas recorriendo sus mejillas criticó la política migratoria de la gobernadora norcarolina, Beverly Perdue, y aseveró que la senadora Kay Hagan “mató” los sueños de los estudiantes cuando votó contra el Dream Act, el año pasado.
El 6 hubo 15 arrestos, y luego se supo que 10 correspondieron a jóvenes indocumentados, que lo arriesgaron todo por su causa.
Se podrá cuestionar la acción de desobediencia civil de los Diez de Charlotte, pero nadie podrá negar que los mismos conceptos fueron empleados por Mahatma Ghandi, Martin Luther King y Susan B. Anthony en la búsqueda de sus objetivos.
Vergonzosa la cobardía de quienes comen gracias al sudor de los indocumentados y critican a los valientes muchachos, que se han plantado contra los programas de deportaciones Comunidades Seguras y 287g.
Esos jóvenes son unos héroes, no unos delincuentes comunes. No son asesinos, ni violadores, ni ladrones, ni tratantes de blancas. Ellos solo persiguen un sueño para sí mismos y para su comunidad inerme.
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