La matrícula consular mexicana no califica para sacar libros de la biblioteca
Por Rafael Prieto Zartha
A los niños ciudadanos, hijos de indocumentados, no solo les quieren despojar de la ciudadanía estadounidense, a la que tienen derecho por haber nacido en territorio de este país, o arrebatar les los mil dólares de crédito tributario, que les asigna la ley si sus padres presentan los impuestos con un número de identificación asignado por el Servicio de Rentas Internas (IRS).
Esas iniciativas malévolas, promovidas por los pesos pesados del movimiento antiinmigrante en Washington DC, no bastan.
También hay funcionarios de rangos inferiores, que aportan sus gotas de hiel para perjudicar a infantes indefensos.
La autora de un nuevo disparate es M.J. Wilkerson, directora del Sistema de Bibliotecas Públicas del Condado de Alamance, ubicado en el estado donde vivo, Carolina del Norte.
La señora Wilkerson ha decidido excluir la matrícula consular mexicana como documento viable para obtener la credencial de las bibliotecas que administra, que es el aval para que los padres de familia saquen libros y materiales audiovisuales con los que sus retoños pueden ampliar sus conocimientos.
“No reconocemos la matrícula consular o las identificaciones internacionales como documento de identidad para obtener un carné de biblioteca”, consignó Wilkerson en un correo electrónico que le envió a la corresponsal de la agencia EFE en Carolina del Norte, quien la indagó sobre el tema.
La directora argumenta -para sustentar esa práctica- que la matrícula “no valida el estatus legal” de los solicitantes, con lo que asume funciones de juez de inmigración para suministrar un servicio para el que se debería tener un criterio de universalidad de acceso.
Para la señora del condado de Alamance la matrícula no es buena, así sea aceptada por Asociación Americana de Bibliotecas (ALA), y por sistemas de bibliotecas de lugares mucho más cosmopolitas como el de Queens en Nueva York o el de Los Angeles en California.
Con su rechazo a las identificaciones de otros países diferentes a México, Wilkerson está vetando documentos que varias naciones impulsaron en la década pasada, como la matrícula consular argentina, la matrícula de ciudadano brasileño, la tarjeta de registro consular colombiana y la tarjeta de identificación consular guatemalteca.
La medida, que tomó Wilkerson, con el despegue de 2012, contrasta con las palabras con que se presenta este año la entidad que dirige en su sitio de internet: “El Sistema de Bibliotecas Públicas de Alamance provee un acceso gratuito y libre a conocimientos duraderos, recursos para el diario vivir y el placer de la lectura en un ambiente de bienvenida”.
Y agrega: “Nuestras colecciones, servicios y programas mejoran la calidad de la vida de individuos, familias y comunidades”.
Claro que en esa visión de la bibliotecaria mayor de Alamance, de servicio y bienvenida, no están incluidos los portadores de la matrícula consular mexicana o documentos similares de otros países, porque el acceso al saber requiere papeles que certifiquen un estatus migratorio.
Aunque parezca la movida baladí de una funcionaria local desorientada, lo ocurrido en Alamance encarna un sentimiento sórdido y mezquino contra un grupo nacional en particular.
Clarísimo que está dirigido contra los mexicanos y por añadidura contra los nacionales de otras patrias que han tenido que recurrir a identificaciones expedidas por sus consulados porque carecen de estatus migratorio en Estados Unidos.
Y los tipos no deben ser tan malos, porque quienes intentaban que se les expidiera del carné de la biblioteca, y se les negó, no tenían el propósito de cometer un ilícito, sino contribuir a la educación de sus hijos.
En su defensa, el Sistema de Bibliotecas del Condado de Alamance ha afirmado que no niega la expedición del carné a los menores de edad sino a los adultos, pero acaso: ¿un niño de 6 años está capacitado para tramitar el documento?
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