¿Juntos con Romney?
Por Rafael Prieto Zartha
Ahora que la disputa por llegar a la
Oficina Oval de la Casa Blanca es más clara que antes, las campañas del actual
presidente Barack Obama y del virtual candidato republicano Mitt Romney se ven
en la necesidad de cortejar de decisorio voto latino.
Los hispanos representamos 23 millones de valiosos
electores potenciales, pero en los comicios de este año ¿nos dejaremos meter
gato por liebre? ¿caeremos en el error de
creer en promesas de cumbiambera?
Yo espero que no.
Anticipo que la participación de votantes latinos supere los 12 millones
y medio proyectados por los análisis de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos y Designados
(NALEO) y que las exigencias sean claras para el candidato al que entreguemos
los sufragios para que mande en Washington.
Después de lograr los 1,444 delegados, que le aseguraron la postulación
republicana, y su nominación oficial en la convención que se efectuará en
Tampa, entre el 27 y 30 de agosto, Romney está haciendo cuentas, pero las
cuentas con los latinos no le salen.
Para asegurar que las trompetas toquen la tonada de
presidente, Romney necesita el 40% del voto hispano. Y las encuestas señalan
que el presidente Obama cuenta con 61% de respaldo de los electores latinos,
mientras solo 27% favorecen a Romney.
Con el fin de enmendar las culpas de su pavorosa campaña
primaria, en la que sacó el cobre de su insensibilidad con el sector más inerme
de la población hispana afincada en Estados Unidos, el aspirante republicano ha
constituido el comité Juntos con Romney y coquetea con la amenaza de nombrar al
senador Marco Rubio, como compañero de fórmula en la boleta del partido del
elefante.
En Juntos con Romney están el exsecretario de Comercio,
Carlos Gutiérrez; el exdirector de la Administración de Pequeños Negocios
(SBA), Héctor Barreto y el exprocurador general de Puerto Rico, José Fuentes.
Gutiérrez fue el escudero del expresidente George W. Bush en la búsqueda de la
aprobación de la reforma migratoria, por la que luchó sin descanso.
Aún así, las cuentas no le salen a Romney con los
latinos, porque cuando compitió con sus copartidarios por la nominación,
procuró como los otros mostrarse más antiinmigrante que ninguno.
Manifestó que se oponía a la reforma migratoria que
propone legalizar a los indocumentados y ofreció que los 11 millones de
inmigrantes sin papeles se autodeporten.
Dijo que vetaría el Dream Act, lo que truncaría los
sueños de millones de jóvenes, que aspiran cursar estudios superiores y ejercer
sus profesiones aquí.
Señaló que la ley SB 1070 de Arizona, que permite el
arresto indiscriminado de sospechosos de no poseer papeles y criminaliza a los
inmigrantes, es una normativa ejemplar para seguir como modelo en el resto del país. Además, buscó
el apoyo del nefasto alguacil del condado de Maricopa, Joe Arpaio.
Nombró como asesor
de inmigración a Kris Kobach, el autor intelectual de la Ley de Arizona, y sus
tenebrosas metástasis, las legislaciones antiinmigrantes de Alabama, Carolina
del Sur, Georgia, Indiana y Utah.
Romney no se acordó que quienes le arreglaban el césped,
los arbustos y las flores de su casa en Massachusetts, eran jardineros
indocumentados guatemaltecos y que su padre nació en México, durante una
temporada de refugio de sus antepasados debido a la poligamia.
El nombramiento de Rubio para vicepresidente tampoco
convencerá. El senador floridano juega a dos bandas: mientras habla de una
propuesta similar a un Dream Act restrictivo, presenta un proyecto de ley que
extirparía el derecho de los padres indocumentados a recibir el crédito
tributario por sus hijos ciudadanos, que dejaría a cinco millones de niños hispanos sin pan. Un verdadero robo a hogares
hispanos.
Entre tanto, las cifras muestran el fiasco de la política
de discreción administrativa del presidente Obama para evitar la deportación de
inmigrantes que no son criminales. Hasta ahora de los 300 mil casos que están en proceso de revisión, solo 20 mil
se salvarían de la expulsión.
No comments:
Post a Comment