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Tuesday, June 12, 2012


¿Juntos con Romney?

Por Rafael Prieto Zartha

Ahora que la disputa por llegar a la Oficina Oval de la Casa Blanca es más clara que antes, las campañas del actual presidente Barack Obama y del virtual candidato republicano Mitt Romney se ven en la necesidad de cortejar de decisorio voto latino.

Los hispanos representamos 23 millones de valiosos electores potenciales, pero en los comicios de este año ¿nos dejaremos meter gato por liebre? ¿caeremos en el error de  creer en promesas de cumbiambera?

Yo espero que no.  Anticipo que la participación de votantes latinos supere los 12 millones y medio proyectados por los análisis de la Asociación Nacional de  Funcionarios Latinos Electos y Designados (NALEO) y que las exigencias sean claras para el candidato al que entreguemos los sufragios para que mande en Washington.

Después de lograr los 1,444  delegados, que le aseguraron la postulación republicana, y su nominación oficial en la convención que se efectuará en Tampa, entre el 27 y 30 de agosto, Romney está haciendo cuentas, pero las cuentas con los latinos no le salen.

Para asegurar que las trompetas toquen la tonada de presidente, Romney necesita el 40% del voto hispano. Y las encuestas señalan que el presidente Obama cuenta con 61% de respaldo de los electores latinos, mientras solo 27% favorecen a Romney.

Con el fin de enmendar las culpas de su pavorosa campaña primaria, en la que sacó el cobre de su insensibilidad con el sector más inerme de la población hispana afincada en Estados Unidos, el aspirante republicano ha constituido el comité Juntos con Romney y coquetea con la amenaza de nombrar al senador Marco Rubio, como compañero de fórmula en la boleta del partido del elefante.

En Juntos con Romney están el exsecretario de Comercio, Carlos Gutiérrez; el exdirector de la Administración de Pequeños Negocios (SBA), Héctor Barreto y el exprocurador general de Puerto Rico, José Fuentes. Gutiérrez fue el escudero del expresidente George W. Bush en la búsqueda de la aprobación de la reforma migratoria, por la que luchó sin descanso.

Aún así, las cuentas no le salen a Romney con los latinos, porque cuando compitió con sus copartidarios por la nominación, procuró como los otros mostrarse más antiinmigrante que ninguno.

Manifestó que se oponía a la reforma migratoria que propone legalizar a los indocumentados y ofreció que los 11 millones de inmigrantes sin papeles se autodeporten.

Dijo que vetaría el Dream Act, lo que truncaría los sueños de millones de jóvenes, que aspiran cursar estudios superiores y ejercer sus profesiones aquí.

Señaló que la ley SB 1070 de Arizona, que permite el arresto indiscriminado de sospechosos de no poseer papeles y criminaliza a los inmigrantes, es una normativa ejemplar para seguir  como modelo en el resto del país. Además, buscó el apoyo del nefasto alguacil del condado de Maricopa, Joe Arpaio.

 Nombró como asesor de inmigración a Kris Kobach, el autor intelectual de la Ley de Arizona, y sus tenebrosas metástasis, las legislaciones antiinmigrantes de Alabama, Carolina del Sur, Georgia, Indiana y Utah.

Romney no se acordó que quienes le arreglaban el césped, los arbustos y las flores de su casa en Massachusetts, eran jardineros indocumentados guatemaltecos y que su padre nació en México, durante una temporada de refugio de sus antepasados debido a la poligamia.

El nombramiento de Rubio para vicepresidente tampoco convencerá. El senador floridano juega a dos bandas: mientras habla de una propuesta similar a un Dream Act restrictivo, presenta un proyecto de ley que extirparía el derecho de los padres indocumentados a recibir el crédito tributario por sus hijos ciudadanos, que dejaría a cinco millones de niños  hispanos sin pan. Un verdadero robo a hogares hispanos.

Entre tanto, las cifras muestran el fiasco de la política de discreción administrativa del presidente Obama para evitar la deportación de inmigrantes que no son criminales. Hasta ahora de los 300 mil casos  que están en proceso de revisión, solo 20 mil se salvarían de la expulsión.

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