BITACORA

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Wednesday, September 29, 2010

La lista de James

La perfidia contra los inmigrantes indocumentados no para y lo espantoso es que no hay quien le ponga freno a quienes los consideran un objetivo fácil en épocas previas a los comicios electorales novembrinos.

En el condado de Mecklenburg, donde se localiza Charlotte, la ciudad más populosa de Carolina del Norte, un funcionario público está pidiendo que el Departamento de Servicios Sociales local entregue al Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) la lista de padres indocumentados que han solicitado asistencia para sus hijos nacidos en Estados Unidos.

Se trata Bill James, integrante por el Partido Republicano de la poderosa Junta de Comisionados del Condado, quien en 2008 comparó a los indocumentados con “prostitutas y narcotraficantes”.

Esta vez, James propone mediante la influencia de su cargo hacer lo que hicieron ilegalmente en Utah un par de burócratas irresponsables: intentar lanzar a seres inermes al abismo de la deportación.

De acuerdo con James, el sistema computarizado utilizado por el Condado para detectar “ilegales” estableció que hay 5.635 inmigrantes sin papeles que reciben ayuda pública a través de sus hijos estadounidenses, a los que él califica de “niños ancla”.

Y lo peor es que sugiere que esos padres pueden ser un problema para la seguridad nacional.

“¿Cómo sabemos que no son terroristas vi­viendo del dinero de las ayudas federales del Departamento de Servicios Sociales?”, ha expresado James.

El comisionado pretende desconocer la Enmienda 14 de la Constitución que garantiza la ciudadanía a todo aquel que nace en territorio estadounidense y por ende su derecho a recibir los servicios que el gobierno provee y por los que pagamos con nuestros impuestos todos los contribuyentes.

Su queja amarga es que las leyes federales y estatales vedan la entrega de información acerca de esos progenitores a las autoridades migratorias.

No obstante, él insiste e introducirá su propuesta el próximo 5 de octubre en el pleno de la Junta condal.

James peca de omisión cuando no menciona por ningún lado que desde 1996 a los indocumentados se les prohíbe por ley federal recibir Welfare, estampillas de comida, Medicaid y la mayoría de los beneficios públicos.

Precisamente James revela en su esfuerzo para armar sus argumentos contra los inmigrantes sin estatus que a 139 solicitantes les fueron negados los servicios por ser inelegibles, porque no pasaron la prueba del detector de indocumentados del Condado de Mecklenburg.

El conservador Instituto Cato dio a conocer en agosto pasado un documento en el que claramente se demuestra que los indocumentados no vienen a Estados Unidos en busca de beneficios públicos sino de trabajo.

El reporte señaló que en el país sólo 6.2 por ciento de los extranjeros con estatus legal o que tienen hijos que califican solicitan cupones de alimento.

Pero ¿Qué busca James con este nuevo lance?

La respuesta es sencilla: crear un ambiente hostil contra los indocumentados y pescar en rio revuelto para consolidar la mayoría republicana en la Junta de Comisionados local, que hoy no controla su partido.

El asunto es que James, de facto será reelegido como comisionado por octava ocasión en las elecciones del 2 noviembre, porque el Partido Demócrata fue incapaz de ponerle un contendor.

Lo paradójico es que representa al distrito de Mecklenburg que concentra el mayor número de votantes hispanos, que con su apatía política habitual casi nunca hacen ninguna diferencia.

Entre tanto, los indocumentados de Charlotte siguen siendo deportados día a día por el programa 287g, al que los comisionados demócratas de la Junta Condal no se han atrevido ni a tocarle un pelo.

Monday, September 20, 2010

No se puede

Por Rafael Prieto Zartha

Ojalá Dios nos haga el milagro y el Dream Act se convierta en ley mediante la propuesta del senador Harry Reid, líder de la mayoría demócrata en el Senado, de incorporarla al proyecto del presupuesto de Defensa.

La legalización de los estudiantes indocumentados sería el logró de 2010 para una población inmigrante que vio como se desvanecieron las posibilidades de lograr una reforma migratoria integral, mientras que las deportaciones y los programas de expulsión del país, como Comunidades Seguras y 287g crecieron a pasos agigantados.

Mientras los políticos en Washington hacen cuentas de que es lo que les conviene hacer en noviembre para no perder sus puestos, la gente se está yendo de regreso a México y Centroamérica con sus hijos nacidos aquí porque las oportunidades de trabajo se han cerrado y las licencias de conducir han caducado.

Hay quienes han dejado sus propiedades y la vida entera que habían construido en suelo estadounidense.

Hasta el momento, el juicio de la historia señala que, quienes le prometieron a la comunidad hispana que habría una reforma migratoria integral, sencillamente: fracasaron. Que quienes durante años dijeron ser amigos de los latinos, los traicionaron.

El 15 de septiembre, en un emotivo discurso durante la celebración de la trigésima tercera gala anual de Comité Congresional Hispano (CHC), el presidente Barack Obama culpó los republicanos de bloquear la reforma migratoria y otras iniciativas a favor del pueblo estadounidense. “Su plataforma, aparentemente es: no se puede”, dijo el presidente.

Respecto a los cambios en las leyes migratorias, el mandatario expresó: “Cuando millones de inmigrantes permanecen en las sombras de nuestra sociedad, no sólo es un problema latino, es un problema de Estados Unidos. Tenemos que resolverlo”.

Infortunadamente, es el mismo cuento que echó, en enero de 2004, su antecesor, George W. Bush, diciendo que había que “sacar a millones de hombres y mujeres trabajadores de las sombras de la vida estadounidense”.

La pura verdad es que ni demócratas, ni republicanos, le han cumplido a los hispanos. La diferencia es que unos le tratan de dorar la píldora a la comunidad latina sin que nada se concrete, y los otros han abordado sin tapujos la política del no.

En estos tiempos de Mes de la Herencia Hispana y de bicentenarios hemos estado escuchando el mismo bla… bla… bla…, de los aportes de los latinos a este país, y los cocteles y ceremonias irán y vendrán sin que en el trasfondo realmente se ejecute una acción de respeto a una comunidad que le ha sido leal a los líderes latinos de ambos partidos.

Ahora el senador demócrata, Bob Menéndez, habla de presentar el proyecto de reforma migratoria en la Cámara Alta durante la sesión en curso. La pregunta es: ¿No será un poco tarde?

Mi impresión es que todos están tratando de salvar la cara para el 2 de noviembre, para ablandarle el corazón a los votantes hispanos, que no rezongan como los afroamericanos o los judíos, cuando consideran que se les están incumpliendo promesas o hay un desvío de la política que les conviene.

Ojalá me equivoque y celebremos la aprobación del proyecto Dream Act, y el senador Menéndez saque la reforma migratoria adelante. Habría un aliciente para votar.

Si pasa cualquiera de las medidas, me comprometo a hacer un acto de contrición por tener dudas, reconocer mi error y afirmar públicamente que en una tarde se septiembre de 2010 me dediqué a escribir una monserga sin sentido alguno.

Wednesday, September 15, 2010

¿Qué parte de inmoral no entienden?

Por Rafael Prieto Zartha

Nota: Los ataques de terroristas de 2001, constituyeron el punto de partida para una corriente de rechazo a los inmigrantes y los indocumentados. Al respecto, en 2006, escribí una columna que no ha perdido vigencia:

Los nombres de Antonio Javier Alvarez Barragán, Manuel Asitimbay o Margarito Casillas pueden no significar nada para los antiinmigrantes que aborrecen a los indocumentados y hablan de construir el muro en la frontera con México. Sin embargo, son muy importantes.

Alvarez Barragán vino a Estados Unidos de un pequeño pueblo llamado Santa Ana Ahuatempan, en el estado mexicano de Puebla, con su esposa Filiberta. Trabajaba como cocinero en el restaurante Windows on the World, en el último piso de una las torres gemelas, y murió cuando los edificios se derrumbaron el 11 de septiembre de 2001.

Los ataques terroristas también causaron la muerte del ecuatoriano Asitimbay, que dejó una viuda y cuatro huérfanos en Brooklyn. Casillas, un aseador de 54 años, originario de Guadalajara fue otro “ilegal” ultimado en ese día fatídico

La Asociación Tepeyac, una organización comunitaria, que tiene su sede en Manhattan, ha documentado un centenar de casos de inmigrantes indocumentados asesinados hace cuatro años por los seguidores fanáticos de Osama Bin Laden.

De acuerdo con estadísticas del Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York, cerca del diez por ciento de los muertos en la tragedia fueron hispanos. Mexicanos, colombianos, dominicanos, ecuatorianos, peruanos, cubanos, hondureños, venezolanos, salvadoreños, argentinos y españoles estuvieron entre los 3.000 asesinados.

Es por eso que es hipócrita e inmoral utilizar la tragedia del 11 de septiembre como pretexto para atacar los hispanos y promover la repatriación de la población indocumentada.

Todos los secuestradores de los aviones ingresaron a Estados Unidos con visas y ninguno cruzó ilegalmente la llamada “frontera de queso suizo”, como le dice Keith Larson, el locutor de la estación local en inglés de Charlotte WBT 1110.

No obstante, los Minutemen, algunos activistas de los medios de comunicación y políticos como Vernon Robinson, ex concejal de Winston-Salem y aspirante republicano a la Cámara por el Distrito Congresional 13 de Carolina del Norte, continúan relacionando al terrorismo con el tema de inmigración. En nombre de la seguridad nacional y de principios legales, los restriccionistas pretenden deportar a 12 millones de inmigrantes indocumentados, además de sus tres millones de hijos nacidos en este país, que son ciudadanos estadounidenses.

“¿Que parte de ilegal, usted no entiende?” es el lema que repiten los que detestan a los indocumentados para justificar la expulsión masiva de inmigrantes.

El congresista Patrick McHenry escribió un artículo de opinión en el periódico “The Charlotte Observer” que tituló: “No amnistía para violadores de la ley”. El artículo rechaza una legislación migratoria integral y defiende la oprobiosa Acta Sensenbrenner, que convierte a los inmigrantes que trabajan duro en criminales.

McHenry se olvida que muchas leyes que se han aplicado en este país han sido simplemente injustas. En el pasado, a las mujeres no se les permitía votar y ser propietario de esclavos era legal. En lo más álgido del Movimiento de Derechos Civiles de la década de los sesenta, el líder Martin Luther King Jr., escribió esta frase memorable desde una celda en Alabama: “Nunca se olviden que todo lo que hizo Hitler en Alemania fue legal”. Ahora los intolerantes hablan del destino de millones de latinos como si esos seres humanos fueran ganado.

Desde comienzos de mayo, con el respaldo de la ley, agentes del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) han efectuado allanamientos de varios hogares latinos de Charlotte. Extranjeros con órdenes de deportación por fallas en sus procesos de estatus de protección temporal (TPS) y asilo político han sido encarcelados. Empresarios y propietarios de casas sudamericanos y centroamericanos se encuentran en proceso de deportación. Familias enteras, madres y niños están llorando lágrimas de angustia.

Yo apoyo las medidas que sean necesarias para resguardar las fronteras, pero no vinculando a los indocumentados con terroristas. Las únicas armas que los Alvarez Barragán, Asitimbay y Casillas usaron antes de morir fueron sus ollas y escobas.

Tuesday, September 7, 2010

Una limpieza de corazón

Por Rafael Prieto Zartha

Por quinto año consecutivo centenares de hispanos de Charlotte, en Carolina del Norte, salieron a limpiar las calles de algunos de sus vecindarios más emblemáticos en un esfuerzo para mejorar la deteriorada imagen de una comunidad que ha sido objeto de repudio por parte de sectores antiinmigrantes que los abominan.

En la nueva frontera de la inmigración, que constituyen los estados donde se descubrió hace una década que había población latina a granel, los convidados de piedra han estado experimentando con fórmulas que hagan menos difícil su existencia y permitan difuminar los estereotipos que hacen complicada su aceptación.

Armados con guantes, palas recogedoras y bolsas de basura, los voluntarios se dedicaron a una tarea ingrata, que no ha estado libre de controversia, incluso dentro de la propia comunidad hispana.

Cuando el Ministerio de Jesús, la entidad promotora del evento, lanzó la idea hace un lustro, le llovieron críticas argumentando que era denigrante que los latinos vistieran los mismos chalecos anaranjados que los presos lucen cuando recolectan la basura de las bermas y los prados de las autopistas.

En medio de la oleada de dimes y diretes hubo quienes dijeron que se tenía que reconocer que algunos de los barrios hispanos lucían como muladares y precisamente los latinos eran responsables de la inmundicia por su falta de consciencia cívica.

Desnudadas en la discusión quedaron las falencias que se le atribuyen a los indocumentados y a los hispanos en general, como ser ruidosos, tener la falta de consideración con el entorno y ser irresponsables en el volante.

El canibalismo fratricida verbal que a veces surge entre los diferentes grupos y nacionalidades de habla hispana también salió a flote con sus deplorables aristas, pero la campaña de limpieza prevaleció superando todos los obstáculos.

Ese mismo canibalismo verbal es el que detecto en los comentarios que leo en los diferentes medios virtuales como reacción a lo que escribo en esta columna.

Por supuesto que me he encontrado con observaciones sensatas que contradicen lo que expongo, pero también he recibido insultos, me han puesto apodos, me han endilgado títulos que no merezco, un médico me dio lecciones de leyes y me han pedido que me regrese a México, sin tener el honor de poseer esa nacionalidad.

Frecuentemente me acusan de impulsar una política de fronteras abiertas y de promocionar una invasión de extranjeros a Estados Unidos.

Esas premisas previas son falsas, y no representan para nada lo que yo abogo. Estoy consciente que Estados Unidos no puede y no tiene porque recibir a todos los pobres del mundo en su territorio.

Lo que creo es que se debe legalizar a la gente que ya está aquí y que ya pagó con su trabajo el derecho de piso para que se les otorgue la residencia y eventualmente la ciudadanía, y organizar un sistema ordenado de inmigración que responda a las necesidades del mercado, de tal manera que se eviten tragedias como la horrible masacre de Tamaulipas.

Me opongo a que se persiga a los indocumentados como se les está persiguiendo, que les cierren todas las posibilidades de desarrollo como está ocurriendo, que se les trate injustamente y se les dé un rango inferior al de animales callejeros. Si por defenderlos me insultan, está bien.

Pero lo inadmisible es ese canibalismo verbal entre integrantes de las diferentes nacionalidades hispanas que se lanzan epítetos impublicables y sacan lo peor del chauvinismo y un nacionalismo procaz, que raya en la xenofobia.

A mi entender, cada grupo hispano que se ha establecido en Estados Unidos, lleva su propia angustia y tiene una justificación poderosa para su propia diáspora.

Las voces de la intolerancia deberían bajarle el tono a sus grotescos dardos verbales y ser más compresivas con la gente que con la comparte una misma raíz cultural.

La misma semana de la limpieza de Charlotte, el Center for American Progress, una entidad de análisis, con sede en Washington, dio a conocer un informe sobre las extraordinarias tasas de integración que los hispanos llegados a Estados Unidos ha registrado en las últimas dos décadas.