La mentira
Por Rafael Prieto Zartha
Yo era apenas un adolescente imberbe cuando del televisor en blanco y negro salían las notas de una canción mexicana que impactaba a Colombia, con el sello inigualable de la pubertad de las telenovelas mexicanas.
La composición, que hacía las veces del tema de la telenovela La Mentira, era del célebre compositor mexicano Álvaro Carrillo, con una letra apasionante y la voz, si no me equivoco, de Javier Solís:
“Se te olvida que me quieres a pesar de lo que dices pues llevamos en el alma cicatrices Imposibles de borrar. Se te olvida que hasta puedo hacerte mal si me decido pues tu amor lo tengo muy comprometido, pero a fuerzas no será. Y hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida y al dejarme casi, casi, se te olvida que hay un pacto entre los dos. Por mi parte te devuelvo tu promesa de adorarme, ni siquiera sientas pena por dejarme, que ese pacto no es con Dios”.
Habría sido esencial que el liderazgo demócrata hubiera vivido mi experiencia con la telenovelística mexicana y su música para entender la insatisfacción de sectores de la comunidad hispana con sus acciones, que hasta ahora han dado al traste con cualquier solución para un problema evidente y solucionable.
Cómo le hubiera sentado de bien a la casi ex presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, entender que era preferible haberse jugado su puesto y los de su bancada por los votantes latinos, que darle gusto a los perros azules, los conservadores demócratas, a los que pertenece el ex futbolista Heath Shuler, el antiinmigrante por excelencia del Partido Demócrata.
Aparte de sus declaraciones de supuesta solidaridad, Pelosi nunca movió realmente un pelo para impulsar la reforma migratoria.
Todo fueron palmaditas en la espalda, como las que recibimos durante dos años de la actual administración presidencial, sin una acción concreta.
Ahora que el Partido Demócrata perdió el control de la Cámara de Representantes, que la mayoría demócrata no es absoluta en el Senado, Pelosi ha dicho que quiere impulsar la legalización de los estudiantes indocumentados.
El líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, a quien los latinos de Nevada le salvaron las barbas en los comicios del 2 de noviembre, ha reiterado que volverá a presentar el proyecto del Dream Act, en la sesión corta de fin de año.
Tarde están moviendo los líderes demócratas el asunto para congraciarse con la comunidad latina, a la que con su indiferencia dejaron al garete de la incertidumbre y a uno de sus sectores más amplios al borde del abismo de la deportación.
Nuevamente tenemos que apostarle al milagro de que por fin en Washington los políticos hagan algo por la población más vulnerable que habita el país.
Y nuevamente los votantes latinos deben tener en cuenta la posición del senador republicano por Texas John Cornyn, quien ya anunció oposición a la legalización de los jóvenes soñadores.
Cornyn ha sido un político que de dientes para afuera ha expresado favorecer a la comunidad hispana y en alguna ocasión se pronunció a favor de una reforma migratoria integral, pero la verdad es que es un individuo que en ese tema ha actuado tan falsamente como una moneda de tres dólares.
Pertenece al mundo del embuste y lo terrible es que haya quienes coman sus cuentos.
A él y a otros legisladores de ambos partidos les caería como anillo al dedo eso que aparece en el Libro de Juan: “Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira”.