Algo huele mal en el estado de Tenesí
Por Rafael Prieto Zartha
Gracias a como las autoridades locales aplican las leyes de inmigración, el 5 de julio de 2008, la indocumentada mexicana Juana Villegas pasó por la humillante experiencia de dar a luz a su hijo Gael, esposada a una cama en un hospital de Nashville en Tenesí.
Villegas había sido detenida por una infracción de tráfico, en el suburbio de Berry Hill y fue procesada por la Oficina del Sheriff del condado de Davidson, mediante el programa de deportaciones 287g.
Dos años después, las autoridades se enfrentan al rasero de la justicia, tras el veredicto de un juez federal que determinó que los alguaciles violaron los derechos civiles de la madre y un jurado le otorgó 200 mil dólares de compensación por daños y perjuicios.
Sin embargo, el sheriff del Condado de Davidson, Daren Hall, ha decidido apelar los fallos de las cortes federales e insiste que sus agentes hicieron lo correcto con Villegas.
“Francamente, yo no creo que ella fue tratada inapropiadamente o inconstitucionalmente”, ha dicho Hall, sobre la crueldad.
No me imagino la ira que habría tenido el aguacil si la mujer a la que hubiesen encadenado de las extremidades superiores e inferiores, durante los dolores del parto, se hubiera tratado de su propia madre.
Pero, así son de “sensatos” algunos funcionarios locales a los que el gobierno federal les está permitiendo que actúen como oficiales de inmigración.
No solo la cordura le falla en Tenesí al alguacil, Hall, sino el mal también aqueja a los agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE), que están procediendo como vaqueros desbocados del viejo oeste en ese estado.
El lunes 12 de septiembre la organización Latinos Unidos de Shelbyville, de una localidad al sur de Nashville, llevó a cabo una audiencia pública sobre perfil racial con la presencia de funcionarios del Departamento de Justicia (DOJ) y del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).
Durante la vista se presentó el estudio “La Constitución Olvidada”, preparado por la Coalición de Derechos de los Inmigrantes y Refugiados de Tenesí (TIRRC), que documentó el tratamiento especial que reciben los inmigrantes hispanos del Condado de Bedford, para acelerar la deportación de los que son indocumentados.
El informe constata que casi 40% de los detenidos por licencias de conducir en Shelbyville fueron hispanos, pese a que los latinos constituyen 20% de los habitantes de esa localidad. Además, señala que 4 policías realizaron el 62% de los arrestos de hispanos por infracciones de tráfico.
Cinco días después de la audiencia, el sábado 17, agentes armados de ICE recorrieron las áreas comerciales y los vecindarios latinos de Shelbyville, atemorizando a la población y llevando a efecto cuatro capturas de indocumentados.
Yo pasé el fin de semana previo a la audiencia de Shelbyville en Nashville y recorrí los barrios hispanos de esa metrópoli y de sus localidades aledañas.
Fui objeto de la generosa hospitalidad de los hispanos de esa ciudad, en la que vibra la música y es común ver a los transeúntes guitarra en mano, en busca de la gloria.
El viernes y sábado, la calle Broadway fue un hervidero de agitación, donde un Elvis de carne y hueso pidió que le pagáramos por tomarle la foto y cerca de allí una reencarnación de Michael Jackson danzó deslizando los pies como si caminara en la superficie lunar.
En esa zona, aliñada con el ritmo cadencioso y romántico de la música country, estuvimos en un restaurante en el que los meseros hacen bromas a los comensales.
A nuestro acompañante, de evidentes rasgos latinos, le escribieron en un sombrero de papel la leyenda insultante: “si lo encuentran, devuélvanlo a la frontera”
Antes de dejar Tenesí, de regreso a Carolina del Norte, tuve que hacer una “parada técnica” en la localidad de Monterey, que se promueve como el lugar “donde las cumbres de las montañas besan el cielo”.
Al salir del mingitorio, adherida a la ventana del expendio de hamburguesas, vi una calcomanía que decía: “Este empleador participa en (el programa de) E-Verify”.