El concierto de los sueños de 11 millones
Por Rafael Prieto Zartha
Hace seis años, en plena primavera florida, Charlotte, la ciudad donde vivo, fue escenario de un evento extraordinario, que quedó imborrable en la mente de la comunidad latina de la ciudad.
El sábado 25 de marzo de 2006, más de 10 mil personas se congregaron en el parque Marshall, para protestar contra el proyecto de ley HR 4437 del congresista republicano James Sensenbrenner, que había sido aprobado en la Cámara de Representantes y que fundamentalmente criminalizaba a los indocumentados, con el aval de una normativa federal.
El día despuntó precioso y graneada la gente llegó al punto de encuentro, en el centro de la llamada Ciudad Reina, de forma organizada, con camisetas blancas, banderas de Estados Unidos en las manos y letreros abogando por una reforma migratoria integral.
En la tarde, en el parque, la multitud reverberó de emoción, con los cánticos del “Sí se puede” y las palabras de una mujer joven de rostro transparente.
Laura Ciudad, quien estaba vinculada a la Coalición Latinoamericana, una organización local de servicio a los hispanos, dijo a los asistentes: “ustedes están haciendo historia”.
Y se hizo historia, la ley Sensenbrenner fue enterrada en el Capitolio, tras las manifestaciones masivas, en las que participaron millones de personas a lo largo y ancho de todo el país.
Pero la ilusión murió, un año y dos meses después, el 28 de junio, al fracasar en el Senado el intento de legalizar a los indocumentados, mediante la ley de inmigración de 2007.
Desde ese tiempo, la presión antiinmigrante paso a paso fue más fuerte, como una epidemia se propagó el programa de deportaciones 297g y nació el de comunidades seguras.
Los antiinmigrantes comenzaron su ofensiva con regulaciones locales para impedir que los indocumentados pudieran tener acceso a vivienda en localidades de Pensilvania y Texas.
Posteriormente, produjeron como enlatadas para los estados las leyes antiinmigrantes que han sido firmadas por los gobernadores de Arizona, Alabama, Carolina del Sur, Georgia y Utah, cuya suerte ahora está en manos de la Corte Suprema de Justicia.
Cerca de la Navidad de 2010, se hundió el Acta de los Sueños, que no pasó por la indolencia de senadores republicanos y demócratas, de los que el Consejo Nacional de La Raza, publicó en periódicos un anuncio con sus fotografías y sus nombres, con la aseveración de que la comunidad no debe olvidar lo que hicieron.
La administración del presidente Barack Obama, que no logró impulsar la reforma migratoria cuando tenía mayoría demócrata en ambas cámaras, tampoco pudo sacar adelante el Dream Act.
Dentro de menos de medio año la atención mundial estará centrada en Charlotte, porque la formalización del proceso de reelección del presidente se hará en la Ciudad Reina, durante la Convención Nacional Demócrata, que concluirá con las luces de los reflectores en el Estadio de las Panteras.
Para los días de la convención se han programado veintenas de fiestas en Charlotte, pero ninguna actividad referente al problema que subsiste para los que no tienen papeles, y han visto sus familias separadas con el volumen de deportaciones.
Algunos dirigentes locales de la comunidad latina han estado cavilando sobre qué hacer para recordarle al presidente, que tiene una cuenta pendiente con los hispanos del país, que es la de cumplir su promesa de campaña de lograr una reforma migratoria integral que legalice a los indocumentados.
Se ha sugerido volver a convocar a la gente en una explanada local, para que nuevamente se movilicen con sus camisetas blancas, sus banderas de Estados Unidos y sus cánticos y letreros ingeniosos.
Lo que quieren es que alguno o algunos de los principales artistas hispanos ¿Maná? ¿Juanes? ¿Shakira? ¿Arjona? se hagan presentes para realizar el concierto de los sueños de 11 millones. ¿Será posible?