Rumbo al Norte
Por Rafael Prieto Zartha
La película El Norte, que se filmó hace casi 30 años, contiene una escena espelúznate. Es el paso de territorio mexicano a Estados Unidos de los hermanos guatemaltecos, Enrique y Rosa Xuncax, por una tubería de alcantarillado abandonada, que estaba infestada de ratas.
El filme, dirigido por el cineasta Gregory Nava, presenta las vicisitudes de los dos indígenas que huyen de la violencia fratricida que experimentó Centroamérica en la década de los ochentas, y las adversidades de su recorrido hacia tierra estadounidense.
El intento de robo por parte de un desalmado ladrón, que conocen en Tijuana, es el abrebocas para el desdichado final en el ansiado Norte.
Ya en Los Ángeles se descubre que Rosa contrajo tifo murino, una enfermedad generada por las pulgas de las ratas, que portan la bacteria “Rickettsia typhi”.
Moribunda, Rosa se queja de que no hay lugar para ellos en el mundo. Que no lo hay en su pueblo de montañas verdes donde los quieren matar, ni tampoco en México donde vio pobreza, y menos en el Norte donde no son aceptados.
“Tal vez sólo muertos encontraremos un lugarcito”, concluye Rosa, en un conmovedor diálogo con su hermano.
Siguiendo la línea de El Norte, en 2008 se estrenó la cinta Paraíso Travel, que presenta la historia de Reina y Marlon, una pareja joven de Medellín, Colombia, que tiene como objetivo llegar a Nueva York.
Los traficantes de indocumentados les organizan un itinerario con escalas de avión en Panamá y Guatemala, el paso de un río en la frontera entre Guatemala y México y un ingreso final a Estados Unidos embutidos en troncos de árboles huecos, que hacen parte de carga de camión.
Al tocar México, todavía empapados por el caudal de las aguas, los integrantes del grupo con el que viajan los enamorados son asaltados por bandidos, que violan a las mujeres, roban a los hombres y les disparan a quemarropa.
Sobre el mismo tema de la inmigración, el año pasado fue galardonada en varios festivales la película Sin Nombre, que muestra de forma descarnada la impune actividad de las maras en la ruta del Tren de la Muerte, que es usada principalmente por los centroamericanos en su difícil correría desde Chiapas hasta Tamaulipas.
Los migrantes retratados en la cinta son tres hondureños, la adolecente Sayra, su padre, y su tío, quienes tienen la meta de llegar a Nueva Jersey. Durante la travesía, el progenitor muere al caer de “La Bestia”, como también denominan al tren, y el tío es deportado de México a tierra catracha. Sayra es la única del trío que logra llegar a Estados Unidos, después de involucrarse con un pandillero que la salva de ser violada y que muere acribillado por la Mara Salvatrucha en la ribera del río Bravo.
Una parte del largometraje muestra que los “mareros” dan de merienda a sus perros la carne de las víctimas a las que asesinan.
En la brutal realidad, que supera a la ficción del cine, el martes 24 de agosto le dio la vuelta al mundo la noticia del asesinato de 72 migrantes indocumentados, 58 hombres y 14 mujeres, provenientes de Centroamérica y Sudamérica, en un rancho de la localidad de San Fernando, en el estado mexicano de Tamaulipas, a escasas 90 millas de la frontera con Texas.
El único sobreviviente de la masacre, Luis Freddy Lala Pomavilla, originario del caserío indígena de Ger, de la provincia ecuatoriana de Cañar, logró avisar a las autoridades del hecho macabro atribuido al cartel de narcotráfico de Los Zetas, que había secuestrado a los migrantes y los mató a tiros.
Atroz, que no haya acciones concretas de nadie para frenar las muertes, mutilaciones, y vejaciones que han sido plasmadas en el séptimo arte y que desgraciadamente se hicieron tangibles en tierra tamaulipeca.