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Monday, March 21, 2011

El síndrome de los cerdos salvajes
Por Rafael Prieto Zartha

Los epítetos infames que han estado usando funcionarios públicos para referirse a los indocumentados y las soluciones que proponen para resolver el problema migratorio develan vasta irresponsabilidad y exigua consideración por el género humano.
Se espera que quienes han tenido la ventura de ser elegidos a cargos oficiales por medio del voto popular traten de forma sensata un asunto tan delicado como el destino de 11 millones de personas, que en últimas depende precisamente del vaivén de la política.
Lo positivo de los dislates de los políticos que han soltado la lengua para expresar atrocidades acerca de los inmigrantes es que han proyectado públicamente lo que piensan realmente, aunque después tengan la desfachatez de retractarse diciendo que estaban “bromeando”.
La periodista de la agencia EFE, María Peña, trajo a colación en su análisis semanal de inmigración el caso del representante estatal republicano de Kansas, Virgil Peck, quien comparó a los indocumentados con “cerdos salvajes”.
Para Peck la solución al problema de la “inmigración ilegal” es dispararle a los indocumentados desde helicópteros. Por lo menos eso fue lo que sugirió durante una audiencia del Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes de Kansas, cuando se analizaban medidas para reducir la población porcina en ese estado.
La organización proinmigrante Presente, que apoyó a los caminantes soñadores en su aventura de Miami a Washington y que abogó por la salida de Lou Dobbs de CNN, no tomó como broma lo expresado por Peck y ha lanzado una campaña para impulsar la renuncia del legislador.
En noviembre del año pasado, el representante republicano a la Cámara Estatal de Tenesí, Curry Todd, comparó a los padres indocumentados con “ratas”.
Durante una sesión de un comité fiscal en la que se discutían los costos de atención prenatal para los futuros ciudadanos estadounidenses, dijo que podían multiplicarse como roedores.
La primera reacción de Todd, ni siquiera fue disculparse. En una entrevista con la estación de televisión KSAZ de Phoenix, dijo: “Tal vez mis palabras fueron un poco fuertes. Probablemente he debido utilizar (el termino) ‘bebes ancla’”. Esto, como si “bebés ancla” no fuera también una forma despectiva para referirse a infantes que son constitucionalmente ciudadanos de este país.
En octubre de 2010, el representante republicano a la Cámara Estatal de Georgia, John Yates, propuso dar licencia para matar a los agentes fronterizos, y así parar la “invasión” de los indocumentados.
Yates, veterano de la Segunda Guerra Mundial, expresó que la “inmigración ilegal” debería ser manejada de la misma manera como se frenó a Hitler y la Alemania nazi.
Como parte de su iniciativa, sugirió lanzar panfletos en todo el territorio mexicano con la advertencia: “dispararemos a matar” a quienes crucen la frontera.
En el verano de 2006, el representante republicano a la Cámara por el estado de Iowa, Steve King, comparó a los indocumentados con “ganado”, durante una sesión en el Capitolio en Washington.
King, quien pertenece a la Comité Judicial de la Cámara y al Subcomité de Inmigración, propuso que instalara una cerca eléctrica en la frontera como la que se usa para controlar a los bovinos.
King llegó a comparar la “inmigración ilegal” con un “holocausto en cámara lenta”.
En Carolina del Norte, en la primavera de 2008, el comisionado republicano a la Junta del Condado de Mecklenburg, Bill James, comparó a los indocumentados con “prostitutas y vendedores de drogas”.
Referirse a seres humanos como animales: “cerdos salvajes”, “ratas” y “ganado”, en el marco de un debate que cada día se pone más álgido es grave. Sugerir que el problema migratorio se resuelva a tiros es aún más grave. Darle la connotación de holocausto a la presencia de los indocumentados que han venido a trabajar duro a este país es una ignominia.
En su campaña contra Peck, Presente está recordando, que desde 2003, los crímenes de odio contra los latinos se han incrementado 40 por ciento. Yo quisiera recordar, guardadas las proporciones, que la locura del Holocausto arrancó con la cinta antisemita “El eterno judío”, del director Fritz Hippler, en la que se comparaba visualmente a los judíos con ratas.

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