El debate de la
venta de armas de fuego 2
Por Rafael Prieto Zartha
Hace menos de seis meses, el viernes 20
de julio, un nerdo solitario entró a un cine de Aurora, Colorado, donde mató a
tiros a 12 personas y dejó heridas a 58, en el estreno de una película de
Batman.
El pasado viernes 14 de diciembre, otro
solitario, Adam Lanza cometió otro acto inexplicable, que rompe todos los
esquemas. Después de matar a su madre, ingresó a la Escuela Elemental, Sandy
Hook, de Newtown, Connecticut, donde roció a tiros a angelitos de 6 y 7 años. El saldo: 20
menores muertos y seis adultos.
Cuando ocurrió el incidente en Colorado,
escribí una columna de la que reproduzco una gran porción, por su vigencia.
No creo que los padres de la patria
tuvieran la intención de promulgar la Segunda Enmienda a la Constitución, con
el propósito de que los habitantes del país pudieran adquirir, como si fuesen
caramelos, los sofisticados rifles de asalto del Siglo 21 con los que se
cometen espantosas masacres.
La Segunda Enmienda fue propuesta en 1789
durante el Primer Congreso, reunido en Nueva York, y proclamada en el 15 de
diciembre de 1791, en el Segundo Congreso, que tuvo como sede a Filadelfia,
donde se aprobó la Carta de Derechos, que corresponde a las 10 primeras
enmiendas a la Constitución. Para ese tiempo, el país comenzaba a vivir la paz,
después de haber experimentado una cruenta guerra de independencia, que duró
ocho años, entre 1775 y 1783, en la que los revolucionarios de las primeras 13
colonias derrotaron al Imperio Británico. El alzamiento contra los ingleses
había sido protagonizado primordialmente por milicias de campesinos, que antes
y después de las hostilidades, utilizaban sus armas de fuego para cazar
animales para su sustento y defenderse de las bestias salvajes. Las armas de
fuego que se usaban en la época eran mosquetes que se alimentaban con cargas de
pólvora, con las que solo se podía hacer un disparo a la vez. Los soldados más
avezados apenas lograban hacer tres disparos por minuto.
El concepto de que el pueblo tuviera
armas de fuego tenía un razonamiento de parte de los padres de la patria: que
en cualquier momento los ingleses podrían regresar a recuperar el territorio. Y
esa premonición se hizo realidad en 1812, en un conflicto que duró dos años, en
el que los británicos redujeron a cenizas a Washington, la recién estrenada
capital estadounidense.
Pero ningún padre de la patria vio
funcionar un rifle de asalto con capacidad de hacer 60 disparos por minuto, al
adaptarle un magazín especial. Para cazar un venado no se requiere un arma que
lanza tal cantidad de proyectiles en tan corto lapso de tiempo.
De acuerdo con el diario Philadelphia
Daily News, el país ha vivido desde 2007, por lo menos 20 matanzas
significativas con armas de fuego.
Apenas el 30 de junio, un individuo hizo
disparos contra un café en el distrito universitario de Seattle, en el estado
de Washington, asesinando a 5 personas.
El 8 de enero de 2011, en un centro
comercial de Tucson, en Arizona, un hombre provocó la muerte de 6 personas y
lesiones a 13, entre ellas a la excongresista Gabrielle Giffords.
En 16 de abril de 2007, un estudiante
abrió fuego en la Universidad de Virginia Tech, en Blacksburg, matando a 32
personas e hiriendo a 17.
El 20 de abril de 1999, en Littleton,
Colorado, dos alumnos de la Escuela Secundaria Columbine, asesinaron a 12 de
sus compañeros y a un maestro, además de dejar decenas de lesionados.
Dos días antes de la matanza en Newtown,
en Portland, Oregón, otro solitario disparó en un centro comercial, asesinando
a dos personas.
En el
debate público ha quedado nuevamente la facilidad de adquisición de las armas
de fuego. Como dije antes: no creo que las armas no sean necesarias, si uno
tiene que proteger la vida ante la amenaza de un criminal bruto, pero las
masacres ponen en tela de juicio su utilidad real. No hay que temerle a la
Asociación Nacional del Rifle (NRA) y reglamentar el porte con sensatez.
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