La muerte del Comité Selecto en
Inmigración
Por Rafael Prieto Zartha
En Carolina del Norte se disolvió el
pasado jueves 6 de diciembre el Comité Selecto de la Cámara de Representantes
sobre el Papel del Estado en la Política de Inmigración.
En la sesión más breve, de las cinco que
sostuvo en el año que operó, simplemente se leyó una cuartilla y un cuarto de
sus conclusiones y recomendaciones, que reflejan que el problema migratorio
debe ser abordado con más sensatez, que con el hígado recalcitrante de los
antiinmigrantes.
También mostró que la realidad del nuevo
panorama político, tras las elecciones de noviembre pasado, hace obrar
milagros.
Terminó la sesión y el representante
Frank Iler, quien presidió el Comité, y que en octubre de 2011 había prometido
medidas radicales contra los “ilegales”, se sentó a escuchar la propuesta del
grupo Jesus Ministry de Charlotte, para explorar la posibilidad de otorgar
licencias de manejo a los indocumentados.
Parecía el mundo al revés, como si en un
año se le hubiera dado vuelta a la tortilla.
Con paciencia, Iler oyó los argumentos de
la dirigente Maudia Meléndez, sobre la necesidad de dar permisos de conducir a
quienes no tienen papeles, de los beneficios económicos para el estado: más de
cien millones de dólares; y de las restricciones para que gente de otros
estados no se aprovechen de la situación, por ejemplo presentar la declaración
de tributación de impuestos en Carolina del Norte y las planillas federales.
Además, el requisito de que los
aplicantes pasen una prueba de antecedentes criminales con el FBI.
Lo cierto es que en diciembre de 2011,
cuando se efectuó la primera sesión del finado comité, un encuentro como el de
Iler con Jesus Ministry y sus pastores evangélicos era impensable.
Iler se había pronunciado como el paladín
de “no darle la bienvenida a los ilegales a Carolina del Norte”.
El representante había sido
copatrocinador de los proyectos de ley para prohibir que los estudiantes
indocumentados pudieran ingresar a los colegios comunitarios y las universidades
del estado, y eliminar la matrícula consular mexicana como una de las
identificaciones aceptadas en Carolina del Norte.
El legislador había señalado que el
comité debía buscar la forma de aplicar leyes que ya se habían propuesto en
otros estados del país contra los “ilegales”.
Lo que se preveía era la implantación de
un monstruo de ley en Carolina del Norte, tipo Arizona, con los agregados de
las leyes de Alabama, Georgia y Carolina del Sur.
Comenzaron las sesiones del comité, el 7
de diciembre del año pasado, con la intervención de los alguaciles más duros de
Carolina del Norte, en el edificio de la Legislatura en Raleigh: Terry Johnson,
del condado de Alamance y Sam Page, del condado de Rockingham.
Page pronunció la frase famosa: “Usted
tiene mayores posibilidades de que lo parta un rayo que ser deportado, siendo
un inmigrante ilegal en este estado y en este país”.
A esta perla, dicha cuando del país
habían expulsado un millón de indocumentados desde 2008, se agregaron cifras
cocinadas por las organizaciones antiinmigrantes para mostrar a los
indocumentados como una carga.
Pero vinieron las sesiones de enero,
febrero y marzo, y las cargas se ajustaron, cuando los legisladores de Carolina
del Norte aprendieron que los indocumentados tienen prohibido solicitar todo
tipo de ayuda federal, por ley. Funcionarios estatales y dirigentes de
organizaciones se encargaron de iluminar con evidencias a los representantes.
Incluso vino la osadía de los soñadores
de hacerse arrestar en una de las reuniones y transmitir en vivo, por internet,
la detención.
Finalmente
no hubo ley monstruo para Carolina del Norte y los legisladores recomendaron
fundamentalmente que el gobierno federal debe encargarse de resolver el
problema migratorio. Un triunfo para los inmigrantes.
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