La reforma migratoria ya viene
Por Rafael Prieto Zartha
Los planetas parecen haberse alineando y
todo lo que sale de Washington menciona la reforma migratoria.
Los activistas ya han anunciado que se
proponen hacer un millón de llamadas al Congreso, entre febrero y marzo, para
que la legalización de los 12 millones de indocumentados se haga realidad.
Se anticipa que en abril se efectúen
movilizaciones nacionales, que culminen el 1 de mayo con eventos en todo el
país.
Sectores conservadores de pastores
evangélicos están solicitando que durante 40 días se ore, basándose en Mateo
25:31-46, para pedir por la reforma, rindiendo homenaje al forastero.
Horas después de haber sido juramentado
privadamente como vicepresidente, Joe Biden dijo a los asistentes a una fiesta:
“vamos a aprobar la reforma migratoria integral”.
Los programas especializados de las
cadenas nacionales de televisión en inglés y español mencionan a la reforma
migratoria, como una de las prioridades del segundo mandato de Barack Obama,
junto a la economía y el control de porte de armas.
Y el mandatario dijo en su alocución,
ante un millón de personas desde las escalinatas del Capitolio: “Nuestro viaje no está completo hasta que
encontremos una mejor manera de dar la bienvenida a los esperanzados y luchadores
inmigrantes que todavía ven en Estados Unidos la tierra de las oportunidades, hasta
que los brillantes estudiantes y los ingenieros sean enlistados en nuestras
fuerzas de trabajo en lugar de ser expulsados de nuestro país”.
Los entendidos hablan del proyecto
migratorio del senador republicano Marco Rubio.
Los llamados “pundits” especulan si la
reforma migratoria se presentará a pedazos o como un solo paquete.
Los interesados favorecen lo que más les
conviene: que se incluya la llegada de mentes brillantes, que se requieren
trabajadores agrícolas, que se necesita mano de obra no calificada, que los
soñadores merecen ser legalizados.
Los soñadores, que han sido la luz y el
alma del movimiento por la reforma, de forma generosa han escogido luchar por
sus familiares y conocidos, para definir el tipo de reforma que quieren, en
lugar de optar solo por ellos.
Los soñadores, los “dreamers”, que le han
puesto el frente han considerado a sus padres como parte fundamental de esa
reforma, que está más pulpa que nunca para germine.
Esos muchachos han tenido la enjundia
para ponerse de tú a tú con legisladores federales y con la campaña del hoy
reelegido presidente.
Han sido protagonistas de actos de
desobediencia civil, en oficinas públicas y en las mismas calles del país,
realizando tercos plantones.
Se han dejado arrestar en las vías
públicas, y en hasta en sesiones legislativas, que han transmitido en vivo y en
directo con su sabiduría tecnológica.
No han dado el brazo a torcer y han
movilizado en cuestión de minutos al país entero para evitar la deportación de
sus pares y sus padres.
Son los duros, que forzaron que el
gobierno lanzara la acción diferida, que los protege de la expulsión y han
logrado que la discreción procesal se aplique a los suyos para evitar que los
saquen del país.
Pero aún en un ambiente propicio para un
cambio, que ojalá de una vez por todas resuelva el problema migratorio existen
los saboteadores de oficio.
Por ejemplo, está el llamado estratega
republicano Adolfo Franco, que solo abre la boca para incordiar. Es de los que
no ha entendido que la filosofía extrema de su partido fue derrotada el 6 de
noviembre pasado, y que en lugar de despotricar, debería contribuir a que haya
una solución migratoria amplia, que permita que el partido del elefante regrese
al poder en el futuro.
Por supuesto que ahí están, como él, los
recalcitrantes, los intolerantes, los extremistas, que espero, perderán la
partida.
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