El último jalón
El huracán, degradado a tormenta, provocó, además del
saldo fatal en vidas humanas, zonas urbanas y rurales inundadas, viviendas
destruidas e incendiadas, millones de hogares y negocios sin energía eléctrica,
y daños a la infraestructura de metrópolis y pueblos costeros.
Sandy puso de rodillas a 15 estados y al Distrito de
Columbia, generando emergencias en al menos una planta nuclear y en una zona de
Maryland que quedó cubierta de aguas fecales, al impactarse una procesadora de
desechos residuales.
Hace más de dos décadas viví en la capital del mundo,
la vibrante Nueva York, de la que tengo recuerdos imborrables.
Tras ver por la televisión: los túneles anegados, las
estaciones del metro cubiertas de agua, el aislamiento aéreo, las evacuaciones
de los hospitales, y los barrios en llamas, en la noche en plena actividad de
Sandy, leí en Facebook, mensajes de amigos y parientes radicados en la zona de
la Gran Manzana que me conmocionaron.
“Sandy me ha mantenido en la oscuridad por cerca de
una hora... No puedo decir que no es como estar desconectado del resto de la
humanidad”, escribió, mi amigo Miguel Pérez, excolumnista del New York Daily
News y del Bergen Record.
“En esta área de Teaneck, NJ, se cortó hasta la electricidad
que proveía el Hotel Marriot con su propia planta”, contó Víctor Javier Solano,
mi excompañero, expresentador de CBS Telenoticias
Y Memes La Rotta, una parienta querida, del pueblo
colombiano de Paipa, de donde yo soy, describió la situación con evidente
preocupación: “¡Da miedo mirar por la ventana! ¡Los vientos están enfurecidos! ¡OMG!.
Yo, que sobreviví terremotos en Los Ángeles, huracanes
en Miami y una tenebrosa y larga tormenta de nieve en Washington DC, confié en
que nada malo le podría pasar a los míos en Nueva York.
Igualmente he pensado que mis amigos de las montañas
de Carolina del Norte, también saldrán avantes de la nevada provocada por el
choque de Sandy con frentes fríos.
Antes de que Sandy empezara a causar estragos en el
Norte, el presidente Barack Obama suspendió campaña y se afincó en la Casa
Blanca, para apersonarse de la situación como mandatario de la nación.
Para aminorar los efectos de la ausencia del fragor
electoral, Mitt Romney, transformó un evento de campaña en un acto de
recaudación de vituallas y enseres para los damnificados por el fenómeno
atmosférico.
No sería sincero si no confieso que al ver la
destrucción de los puentes, de los diques, de los muelles, de las autopistas,
no pensé en el tema electoral, que es inevitable, aún en medio de la tragedia.
Las proyecciones de los daños causados por Sandy
varían en la cifras, pero todas apuntan a que el saldo será de miles de
millones.
La firma EQUECAT, que se especializa en asesorías
económicas debido a catástrofes, señaló que el impacto económico podría llegar
a los 20 billones de dólares (en inglés).
Siempre he creído que es correcta la vía escogida por
el presidente Obama de estimular la economía al dar trabajos en la
reconstrucción de la infraestructura de la nación.
Eso fue lo que hizo Franklin Delano Roosevelt para
sacar al país de la Gran Depresión en la década de los treinta del siglo
pasado.
No es dándole gabelas a los ricos como se solucionan
los problemas del país. No es dándoles estímulos económicos para que terminen
enviando sus empresas y los empleos a China, o destruyendo corporaciones para luego
revenderlas u ocultando millones de dólares en paraísos financieros del Caribe.
Las elecciones son el próximo martes 6 de noviembre y
hay que echar el último jalón. Los que puedan deberían votar anticipadamente.
Necesitamos en la Casa Blanca, a alguien que de
verdad, tenga por principios la concepción de reparar lo destruido por Sandy.
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