Y la ciudadanía ¿para cuándo?
Por Rafael Prieto Zartha
La “torta” de la semana que pasó, en lo
que tiene que ver con los avances para una reforma migratoria, la puso el
congresista de Idaho, Raúl Labrador, al afirmar que no votará por dar la
ciudadanía a los indocumentados que se legalicen mediante un eventual cambio en
las leyes de inmigración.
Labrador, originario de Puerto Rico,
igualmente indicó que un proyecto de reforma integral no prosperará en la
Cámara de Representantes si se le da una vía a la ciudadanía a los 11 millones
de inmigrantes que hoy carecen de un estatus que les permita permanecer en el
país.
Yo pensé que todo estaba claro, que
después de la lección dada por los votantes hispanos el 6 de noviembre pasado,
la mayoría de los legisladores republicanos habían entendido que se tenía que
atraer al voto latino en lugar de espantarlo.
Lo peor es que no lo entiendan cabezas
testarudas como la del representante Labrador, que siendo un conservador
redomado tendría que hacer cuentas con los dedos de la mano para concluir que
su partido no volverá la presidencia si no cuenta con una porción considerable
de los electores hispanos.
De acuerdo con la encuesta de Latino Decisions-ImpreMedia,
Obama logró 75 por ciento del voto hispano, contra 23 por ciento de Romney.
El senador de Arizona y excandidato
presidencial republicano, John McCain, lo dijo sin vergüenza cuando se
anunciaron los principios del grupo bipartidista de los ocho senadores: se
trata de un asunto electoral.
El gobernador de Luisiana, Boby Jindal lo
puntualizó con su frase lapidaria: el Partido Republicano “tiene que dejar de
ser el partido estúpido”.
Es clarísimo que para lograr la
popularidad que el Gran Viejo Partido (GOP) tuvo con el expresidente George W.
Bush, que en 2004 llegó al 44 por ciento de los electores latinos, se necesita
un cambio de actitud. Pero ese cambio de actitud no puede ser alargando el
proceso de obtención de naturalización para los legalizados. Por el contrario,
deberían agilizar el paso a la ciudadanía para los que hoy no tienen papeles
voten por sus candidatos cuanto antes.
¿Acaso no hay, entre la masa de
inmigrantes por legalizar, individuos de pensamiento conservador?
Vale la pena recordarle a algunos
republicanos que la vía hacia el voto latino consiste en entender algunos
principios de los que ya escribí y que transcribo:
La mayoría de los hispanos detesta que a
los inmigrantes que carecen de estatus
migratorio se les llame “ilegales”, prefieren que los identifiquen como
“indocumentados”.
Tampoco consideran sensible que a los
trabajadores inmigrantes se les defina como “criminales”, si no han cometido
delitos que ameriten ese calificativo, que en español, que se asocian con
“homicidas”, “ladrones”, “violadores”, “corruptores de menores,
“narcotraficantes” o “delincuentes comunes”.
La legalización de los trabajadores sin
papeles debe contemplar una vía a la ciudadanía, para no crear una masa de
gente residente de segunda clase en el país
A los hijos de indocumentados nacidos en
Estados Unidos, que por consiguiente son ciudadanos, no se les debe aplicar el
rótulo de “niños ancla”, ni promover quitarles su derecho a ser
estadounidenses.
No hay quienes no reconozcan que el
inglés es el idioma del país, y que es necesario aprenderlo, pero oficializarlo
solo busca conculcar derechos adquiridos para que sectores de la población
comprendan asuntos fundamentales, en salud o leyes.
Los soñadores y los trabajadores
agrícolas deben ser incluidos en la solución definitiva. Y por favor, no
revisitar nunca el concepto de “autodeportación”
Los demócratas también tendrían que
reflexionar si es sensato que se alargue el proceso de naturalización para los
eventuales legalizados a diez o doce años. Aunque lo sensato es al fin de
cuentas es que se apruebe una reforma integral que de tranquilidad a los
inmigrantes.
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